(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

Jul 27, 2010

Preámbulo

En forma súbita fluye adrenalina por todo mi cuerpo, con marcado frenesí el ritmo cardiaco se acelera e inflama cada vaso capilar; una atropellada respiración se pronuncia hinchando y encogiendo el torso mientras el corazón retumba y rebota sobre el pecho en agitado compás. La mayor presión que imprime el músculo del amor sobrecarga de sangre el cerebro, se manifiesta al crepitar sobre el cráneo y ofuscar mi relativa cordura. En forma paralela, en el mismo momento el pene crece y adquiere un inusual volumen completando así un particular escenario de sofocante ardor sexual, calentura de palpable perturbación física y alboroto mental.

Apenas Lucy confirma la visita de Ramiro aparecen estos signos corporales, erotizantes señales que acaparan, ocupan toda mi atención. De inmediato postergo mi rutina nocturna y enfoco los cinco sentidos para organizar el recibimiento de nuestro amigo, cada vez que viene a nuestro departamento la misma sensación nos invade, derrochamos un exagerado entusiasmo, una evidente exaltación que rompe la diaria modorra conyugal. Un calculo minucioso del tiempo pendiente hasta su arribo nos permite a cada uno organizar la parte que nos corresponde para atenderlo.

La hielera de cristal ocupa una esquina de la mesa en el comedor de diario, alrededor hay media docena de vasos recién lavados, limones cortados en gruesas rodajas y una impecable botella de pisco quebranta completan el improvisado bar. Piqueo salado de aceitunas rellenas y variados snacks distribuidos en dos menudas fuentes a un lado y tostaditas con queso serrano sobre una tabla tallada en el otro extremo del tablero completan como crean el equilibrio decorativo y funcional necesario para iniciar la reunión; mi parte está terminada.

Lucy en la ducha refresca sus sentidos, al terminar pasa al dormitorio donde cepilla con diligencia su cabello, luego usando solo las yemas de los dedos esparce e ilumina su cuerpo con una olorosa crema humectante, acto seguido se ubica frente al espejo y empieza a probarse diminutos, coquetos conjuntos de ropa interior, con cada uno se mira en el espejo y efectúa sinuosos movimientos, quiebros de cádera con muecas de exagerada connotación sensual, la finalidad es elegir el mas provocador, seleccionar uno que la haga sentirse putona, regalada, facil. Su mente fantasea, la perfumada piel exhala un aroma a flores y la sonrisa que dibuja su rostro regala impudicia.

Elige una ceñida malla blanca de algodón que transluce con claridad los delicados encajes de una tanga color salmón; zandalias de taco alto que alargan sus piernas y revelan en detalle el redondo culo que la adorna estilizan toda su figura delineando una silueta provocadora. Arriba un top pegado al cuerpo pronuncia sus contundentes pechos, los rozados pezones, erectos, visibles y obscenos desnudan con descaro sus lujuriosas intenciones; su largo cabello suelto sobre los hombros dan un toque adicional de sensualidad.

A la natural sensación de arrechura que ya siento le agregaré un plus adicional, una milagrosa azulita de Sildenafil y un cacho de Skan , la pastilla pondrá este vetusto cuerpo como tren a punto de descarrilar y el alucinógeno se encargará de elevar hasta la estratósfera las bajas pasiones u oscuros pensamientos que ahora experimento .

La pericia adquirida en sucesivas sesiones de placer y sexo; los erotizantes como divertidos juegos plenos de morbosidad; el sin numero de obscenas e indecentes conversaciones realizadas cuando nos reunimos; el minucioso registro fotográfico; la profusa ingesta de alcohol, sumisión de Lucy y dominio de Ramiro; el inherente vouyerismo. Los jadeos, ronroneos, gemidos y lascivas expresiones, el impregnado olor de sexo que usualmente llena el ambiente de la copulación, que cada vez sentimos al respirar y emanamos por la piel son sensaciones que no deseo olvidar, que me gusta repetir mientras las circunstancias, espíritu y físico me acompañe. Consciente que el peor verdugo es el tiempo, que los ciclos se cumplen y empiezo a sentir el progresivo desfase entre lo que mi mente y cuerpo pretenden debo aprovechar al máximo estos eventos, exprimir y gozar al máximo estos inolvidables momentos.

Ringgg... el timbre suena, Ramiro está en la puerta y nuevamente mi corazón empieza a latir con desenfreno; adrenalina que alumbra mis espectativas, que proclama mi intención de nuevamente sentir, vivir, ver y hacer de esta noche otra más de extrema pasión, sexo y placer.

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