(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

Mar 23, 2007

Nido de amor

En cuanto llegamos al dormitorio me recuesto sobre la cama y observo en silencio, me fascina la rutina que realiza cada noche al desnudarse, sabe exponer y compartir con sutil gracia su sensualidad, la deliciosa anatomía que ostenta me deslumbra, el tono bronce de piel adquirido en sucesivas sesiones de playa inspira encanto, su apasionado comportamiento me seduce, además, la dulzura de su rostro junto al brillo de una azabache cabellera complementa el conjunto y realza más la belleza de mi Karen, esposa, amante, amiga, pareja y compañera de vida.

Empieza siempre parada frente a su tocador, por lo general mira distraídamente hacia el labrado espejo del tocador que refleja casi todo su cuerpo, esta vez con las yemas de dos dedos suelta el botón del jean que lleva puesto, lo hace con su habitual candor, su escultural cuerpo y lo ceñido que usa el pantalón no permite que la apertura del broche sea perceptible, debe empujar la pretina hacia las piernas para iniciar el descenso de la prenda, sin doblar las rodillas flexiona el cuerpo. De manera lenta y progresiva asoma la cadera, un par de nalgas firmes, carnosas y exuberantes que ocupan toda mi atención, al terminar de bajar la prenda estila mirarme de reojo y regalarme una tenue sonrisa, sabe que tengo predilección por su culo, hoy también me halaga, colmado de dicha devuelvo el mohín con un gesto entre obsceno y ansioso.

Prosigue su acto con peculiar elegancia, gira para lucir una pequeñísima braga “hilo dental” con delicados encajes, la armonía existente entre la bronceada piel y la minúscula prenda me inquieta, socarronamente tira de los elásticos que sostienen el calzón mientras con la lengua recorre en forma elíptica su labio superior e inferior, la tensión hace que el calzón se introduzca entre sus labios genitales, mi cerebro empieza a inflamarse. Asume otra postura, de perfil al espejo recoge la blusa que lleva puesta y luce las sugerentes líneas que forman su espalda, rabel y vientre, con mirada de inocencia voltea hacia mi y sonríe, es una ninfa del placer, mi nereida personal. Continúa, con las manos recorre sus largas piernas, acaricia sus muslos, sube cada mano desde la rodilla hasta el glúteo presionando la piel en busca de imperfecciones, su rostro denota la satisfacción de tener y ofrecer tan formidable cuerpo.

Con lentos movimientos roza las piernas para facilitar el descenso y retiro de la bombacha, el meneo corporal que realiza enciende mi libido, observar sus nalgas y muslos reflejados en el espejo y tensados por la posición me provocan una incipiente erección. De inmediato y con plasticidad de artista desabotona la blusa, con una mano abre cada botón mientras la otra facilita la acción, es lo único que tiene puesto en el torso, deja ver entonces su busto, senos turgentes, redondos y erectos, tienen el tamaño perfecto para su complexión, realzan su atractivo e iluminan mis sombrías intenciones, mirando al cristal ejecuta continuos movimientos musculares que estiran el pecho y exaltan el torso, es una reina del amor, mi diosa del placer, que mas puedo pedir, estoy en el paraíso sin salir de casa.

Karen desnuda frente al espejo observa con detalle sus atributos, la vanidad florece y asume prioridad, construye diferentes figuras dignas de una escultura griega mientras yo, echado en mi cama y con la erección en su máxima potencia me regocijo en absoluto mutismo, voltea me mira y continua elaborando estampas, sonríe otra vez y se acerca con sinuosos como elásticos movimientos, insinúa carnales intenciones pellizcando con las yemas de sus dedos cada pezón, son apretados con singular fiereza, luego golpea sus nalgas con la palma de la mano, lo repite varias veces a cada lado, cuando lo hace un ligero rictus de dolor aparece en su rostro, me excito aún mas, necesito tenerla cerca, tocarla, sentir su aliento, oler su piel, palpar su epidermis o desahogar mi fetichismo por sus pies.

Se detiene al borde de la cama y con malévolo pero fingido desinterés vuelve hacia atrás, siempre que puede lo hace y invariablemente caigo en su trampa, entonces ríe con alboroto, sabe que estoy obnubilado con su acto, luego gira de puntas de pie mientras recorre con las manos abiertas su larga cabellera, juguetea con su cuerpo, rota luciendo sus formas con una esplendida plasticidad.

Para mantener equilibrio entre sus acciones y mis intenciones, conforme ella avanza en su desnudo yo voy sacando alguna de mis prendas, sin elegancia pero con la suficiente sutileza para no romper la armonía y atmósfera que Karen genera en el dormitorio, cuando ella queda desnuda me encuentro en las mismas condiciones, es un artilugio nuestro que fuimos perfeccionado con el tiempo, esta vez estuvo impecable.

Los días calurosos del verano incitan a dormir desnudos, ambos solemos hacerlo, hoy es un día de esos y Karen también lo entiende así, con un felino salto llega al borde inferior de nuestra cama donde queda arrodillada y con la vista fija en mi rostro, como estoy terriblemente excitado y ávido de sentir o prodigar placer, le pido se acerque mientras evidencio en mi rostro una galopante arrechura. Usa sus manos y pies para avanzar a “cuatro patas”, juega ser una perrita y mueve frente a mi cara la cola, léase culo, siento que voy a explotar, que perderé el control pero me sobrepongo y sigo el juego, asumo el rol de un can macho y huelo sus genitales, mi nariz está casi dentro de su vulva, hago una prolongada aspiración que perturba a mi hembra, rápidamente corrige su confusión y sigue con el juego, pretende desinterés y se agacha quedando casi a ras del colchón, me acerco hacia su cara siguiendo con la punta de la lengua la línea formada por la columna vertebral, ella percibe y disfruta mi acción, lo entiendo por la ligera contorsión del torso y el cosquilleo que siente.

Acto seguido se echa de espaldas, levanta sus extremidades tratando de alejarme, imitando los canes cuando rascan su lomo con el suelo, aprovecho para voltear y acercar mi rostro nuevamente hacia las piernas, esta vez me acomodo para quedar en posición ideal para una 69, me mantengo en el juego y oleteo otra vez su entrepierna pero mi verdadera intención es llegar a sus pies, ella esta muy caliente, olvida la recreación, deja de ser una perrita juguetona para florecer la ardiente pareja, la voluptuosa Karen que a diario enciende mi libido y satisface mis apetitos carnales.

Coge mi pene y lo embute en su boca, empieza una apasionada felación, casi violenta, mete y saca su boca tratando de introducir toda mi herramienta en su garganta, llegar hasta el fondo de su paladar, atorarse y sentir dentro de ella la totalidad de mi sexo, aprovecho para doblarle una pierna y acercar su pie, lo acerco a mi cara, olfateo con vehemencia y beso con pasión, empiezo por el dedo mayor y avanzo de manera progresiva hasta introducir todos los dedos dentro de mi boca me regodeo haciéndolo, acto seguido repito la acción con su otro pie, luego los atiborro de besos y caricias, los palpo con devoción y solemnidad, casi mística. Karen prosigue en su gestión, tengo la impresión que mi fetichismo por sus pies compite con la suya con mi pene, podría seguir y seguir sin parar, hasta terminar conmigo, vaciarme y tragarse mi semen, goza tanto o mas que yo, estamos en éxtasis sexual. La habitación empieza a cargarse de nuestro humor, la transpiración propia del acto sexual, el olor a vagina y sudor se entremezclan.

Debo tomar la iniciativa para cambiar de posición, con tacto y suavidad me levanto mientras ella sigue engolosinada, está tratando de meter todo el escroto en su boca, algunas veces logra introducirlos, es indescriptible vivir y gozar semejante experiencia. Apenas logro retirarme se incorpora y embiste, de manera frontal se tira sobre mi con la intención de cabalgar sobre mi pene, está sumamente excitada y quiere sentirme dentro de ella, así lo expresa con claridad, yo solo puedo aceptar por lo que me acomodo en la cama, ella con rapidez se ubica y con una de sus manos acomoda e introduce en su vagina el pene de este mortal, de inmediato siento la lubricación que genera su órgano sexual así como una excelsa sensación de placer realzada por las expresiones lujuriosas que ella dice e invaden la habitación.

Es este el inicio de otra noche inolvidable en nuestro pequeño nido de amor.

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