(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

Jan 28, 2012

Camaleónica

Fue una noche más de 1986 en electa soledad, de clausura auto infringida como elemento de reflexión ante la reciente ruptura del vínculo matrimonial. El aislamiento que a veces importuna o abruma mi espléndida y novedosa sensación de libertad se afianza con determinación como nuevo sello de mi personalidad y tiende a sembrar raices que empiezo a dudar sea fácil extirpar. Soy un poco más uraño, exageradamente crítico, anárquico e incrédulo. Aunque duden también puedo tener rasgos de iluso, bondadoso, aventurero o desmedido.

Sin aparente razón me revuelco vestido sobre el catre de mi cuarto, en medio de la oscuridad giro hacia cada lado intentando romper la monotonía, el aburrimiento que la pésima ponzoña conseguida hoy por el ciego y "pacocha" nos hizo guardar mas temprano. Pensando que hacer, como romper el marasmo, este insomnio que aborrezco, llego a la conclusión que un buen polvo puede devolverme la serenidad y relajación que demando.

Aparece en mi cerebro la imagen, la figura de la colombianita de larga y rizada cabellera que a veces levanto por el óvalo de Miraflores, es una deliciosa gordita, joven, fumona, conversadora, divertida y muy, pero muy arrecha. Yo la llamo gringa y ella me dice toyotita en alusión a la marca de mi auto, no sabemos ni menos interesa conocer nuestros verdaderos nombres, tampoco donde, como y con quien vivimos, los códigos de la noche e intimidad personal de cada uno así lo exige.

Apenas salgo de casa enrumbo por la Av Arequipa hacia Miraflores, a esa hora solo asolapados rosquetes que aparecen entre matorrales de los jardines esperan sus puntos, casi desnudos muestran sus artificiales curvas con diforzadas poses. Llegando al óvalo giro a la derecha tomando la Pardo, en Inclán vuelta hacia el mismo lado, igual en la siguiente esquina y una vez más al retomar la Arequipa. Tres, cinco, hasta siete vueltas seguidas a las dos manzanas haciendo roncar el motor del auto, es la fórmula ya aplicada con efectividad para que aparezca la rubia colombiana, se que vive en alguno de esos edificios y solo debo insistir hasta que baje a mi encuentro. Al cabo de un rato me rindo y sigo de frente hacia Comandante Espinar.

Al finalizar la cuadra tres de Pardo, frente al Tip Top, una chiquilla bastante ligera de ropa discute con dos tablistas, la edad, el pelo y la piel dorada por el Sol junto a las floreadas camisas que visten estos muchachos hacen evidente el estilo de vida. Al percatarme de la situación doblo y entreparo a unos metros de ellos. Espero alguna reacción, la chica alza la vista hacia mi auto y prosigue en su pleito.

Una vuelta a la manzana para regresar al mismo lugar, al llegar ya encuentro una pick up con dos fulanos que desde su vehículo abordan a la joven e invitan a subir. Los surfistas se fueron, ella sola desde la vereda inspecciona.con agudeza a quienes están en la camioneta, me cuadro tras los afanosos que recién llegaron y hago repetidos cambios de luz. En forma directa y resuelta la chica se dirige hacia mi puerta, mientras se acerca cruzamos miradas, abro el seguro y sube sin decir palabra.

Dos enormes y almendrados ojos verdes en medio de un maquillaje desbaratado por el sudor y un supuesto llanto es la impactante impresión inicial que recibo, con semblante desencajado observa hacia atras para luego fijar la vista sobre mi en completo silencio. Estoy encandilado con la belleza de esta chiquilla, sus finas facciones, labios gruesos, pómulos salientes y los dos enormes faroles color esmeralda ofrecen un angelical rostro, a pesar de estar sumamente desaliñada es hermosa. Sus delgadas y bronceadas piernas se lucen con plenitud por el diminuto short que lleva puesto, la postura, el torso firme y plano además de sus casi imperceptibles senos la etiquetan con el típico estereotipo de modelo de pasarela. Me ausculta con la perturbada expresión que irradia e inicia un aspero, contundente dialogo:

Quiero fumar, tienes plata, me llevas
-  algo..., dime donde
vamos a Renovación
-  te conocen, sabes donde ir
 - que pasa, te arañas
-  cuanto necesitas
- dame cien
- aqui hay cuarenta 

Recibe el dinero y lo guarda en sus senos, levanta sin pudor el top y esconde los billetes dentro del sostén. Era una amante de la playa y el mar, su estómago con el mismo tono de piel que las piernas así lo revelan. Durante el trayecto por el zanjón nos miramos de reojo, mientras ella en forma atolondrada trata de encontrar estaciones con música de rock pesado yo voy elucubrando donde terminaremos. Sin decir palabra va de un lado al otro del dial, se detiene por unos segundos, escucha y nuevamente empieza a buscar, yo observo con cierta compasión la inexpresión de su rostro y el deplorable aspecto que tiene.

Recorremos lentamente la estrecha calle del distrito de La Victoria, grupos de muchachos con facha de achorados fuman en las esquinas, me sicoseo pero no digo nada. Pide me detenga en un oscuro callejón y baja al cuete. Saltón miro hacia todos lados, entre lo asustado que estoy y la inseguridad que regrese espero en silencio, varios minutos pasan hasta que aparece entre las sombras del corralón y vuelve a subir, me pide ir a Manco Capac, quiere comprar cigarros y fosforos.

Botar el tabaco en el cenicero, llenar cada cigarrillo con la pasta, cerrar la punta abierta girando los dedos, sacar el filtro e incrustar en ese espacio un palito de fosforos partido e inmediatamente fumar, la misma secuencia, uno tras otro, tres, cinco, siete, nueve, quince...sin parar y menos compartir, recién al armar el número veinte o ventiuno me invita para terminarlo, mas de media hora sin parar aspirando su droga hasta que se tranquiliza, con tensa expresíón deposita su cuerpo sobre el asiento, parece querer relajarse pero la pasta que lleva dentro lo impide, de pronto se abalanza sobre mi, me abraza con ternura y llena de besos, está feliz y tranquila por lo consumido además de tener mas ketes para fumar, solo para ella.

Le digo para ir a un sitio tranquilo, sugiero el cinco y medio. Es imposible llevar a  casa a estas mujeres, su drogadicción es tal que las empuja a robar o cometer estupideces que es mejor no fomentar, acepta sin problema pero condiciona comprar mas pasta. Volvemos a Renovación, ya son como las cuatro y media de la mañana; finalmente enrumbamos hacia el motel,

Sigue fumando pero su energía va perdiendo fuerza por la intoxicación que lleva, al hablar de sexo me mira como perdida y ofrece su cuerpo con total desencanto, mas da lástima que excitación, a pesar de ser bellisima, joven e impactante no me provoca arrechura, estoy shockeado por la condición y situación de esta hermosa criatura.

No me la tiro, cuando trato de estimularla solo recibo entrega sin participación, mas parece un paquete o una de esas muñecas inflables, dejo de intentarlo y me resigno. Al acabarse la droga me pide la lleve a su casa, empieza a amanecer mientras regresamos hacia Miraflores. En la cuadra ocho de la Avenida del Ejercito baja e ingresa a una quinta, antes de bajar le doy un cariñoso beso que es medianamente correspondido, tomo su rostro con ambas manos y en forma encarecida le pido se cuide.

Nunca la volvi a ver o encontrar, tampoco me intereso hacerlo, demoré varios días en olvidar, sacar de mi consciencia esta traumática experiencia, la nocturna aventura y el trágico desenlace que pudiera tener esta linda gatita.

Dos meses después en comercial de reconocida marca de cosmeticos peruanos aparece en televisión el inmaculado rostro de la ojiverde ocupando toda la pantalla.

Dec 15, 2011

Al filo de la medianoche

Jaime ejecuta un brindis imaginario y engulle de un solo tirón el vaso de ron dorado con limón que lleva en la mano, por las comisuras de sus labios desparrama parte del contenido. A esta altura de la noche lleva ingerida no menos de botella y media del caribeño Ron que tanto le gusta.

Esta totalmente ebrio, bloqueado, no tiene consciencia de sus actos y menos de los excesos que estuvo cometiendo, los amigos se fueron pero él insiste, sigue buscando compañia y licor. La borrachera en todo su esplendor invade su mente, le confunde y embrutece.

Por escasos segundos recupera algo de lucidez, le sirve para darse cuenta que está solo en medio de la sala de su departamento. Como robot se dirige hacia la habitación, ahí su joven mujer le mira con cara de pocos amigos y descarga su enojo por el reprobable comportamiento que tuvo durante la reunión. Jaime sin la menor disposición para entender lo que su bella esposa dice se acerca buscando sexo, ante el natural rechazo estalla y sin mediar palabra sale a la calle tirando la puerta en forma grosera. 

Casi como autómata se dirige por la Avenida Cuba hacia Jesus Maria, la conversación en su casa refrescó viejos tiempos y amigos que le gustaría recobrar, a pesar de su estado se las arregla para seguir en linea recta sin caer o perderse.

Después de caminar varios minutos llega al Parque Caceres, con atención observa el entorno buscando la casa de Enrique, el entrañable amigo de la adolescencia que no ve por muchos años, leal compañero de aventuras y experiencias con quien compartió sus pininos en el conocimiento de artes y artimañas sexuales como también secretas prácticas de caracter sodomita.

La semanal compra de revistas chilenas para adultos con el fin de arrecharse; las interminables conversaciones sobre ilusos e irrealizables sueños eróticos; los concursos de rapidez masturbatoria con la patota del balneario; los retos semanales para manosear sirvientas apetecibles en la calle; las visitas al centro para levantar pamperas o las reservadas experiencias de tipo homosexual que ejecutaron juntos aparecen de manera sucesiva como un "flash back" que termina por atizar recuerdos, su ánimo e incitar pensamientos obscenos.

El silencio de la noche es roto por la escandalosa forma de tocar la puerta, sin detenerse Jaime sigue haciendo ruido hasta ver prenderse una luz en el segundo piso, Enrique lo reconoce de inmediato y le pide no hacer bulla. En menos de un minuto están en el hall de recibo de la residencia conversando, Enrique en tono conciliador y sonriente intenta tranquilizar a este antiguo amigo de aventuras que ahora vuelve a ver en sorprendente estado. Jaime emocionado por el encuentro reitera a cada momento su saludo y lo hace con afectuosos abrazos, típicos de borracho intoxicado. La carga de alcohol que lleva en la sangre nubla su vista, le hace perder ubicuidad aunque también despierta, refresca, revive la atracción que existió entre ellos, el licor hace aflorar las experiencias vividas, el secreto que guardaron con tanto celo y que la distancia junto al tiempo fueron apagando.

Conforme seguian los apretones Enrique también fue liberando sus propios recuerdos y borrando oscuros remordimientos, va alimentando su apetito carnal hasta tomar con las palmas de sus manos el rostro de Jaime, una fija y prolongada mirada entre ellos rompe las trabas que se propusieron, formaron y sellaron hace varios años.

Los gruesos labios de Enrique recorren la boca, nariz, ojos, mejillas y orejas de su amigo, se detiene en cada organo y lenguetea con sutil precisión, recorre la boca hasta encontrar la debida recepción, prosigue por el organo olfatorio introduciendo la punta del musculo bucal hasta donde le permita el grosor de su lengua, al llegar al adminiculo auditivo moja y escarba el orificio provocando la inmediata crispación de Jaime.

Deja vu sorpresivo, la perversa e irrefrenable experiencia juvenil que juntos realizaban vuelve a explotar en ese momento, dejandose llevar por la emoción, por los recuerdos y el alcohol Jaime se entrega en cuerpo y alma. Empieza un sentido manoseo mientras ambos se desnudan mutuamente. Aún siguen parados en la entrada de la casa, por momentos se detienen mirandose y sonriendo como un retroceso de tiempo y lugar.

Sienten y muestran mayor pasión que antes, los años vividos además del periodo sin verse parecen facilitar este comportamiento pleno de frenesí, Jaime desata sus frustraciones y se somete asumiendo un rol pasivo, como nunca antes se mostró, es una actitud desconocida hasta para él. Se entrega con total disposición, está dispuesto a aceptar lo que su eventual "partner" le pida o exija, En medio del toqueteo se voltea y ofrece su estrecho culo refregandolo contra el erecto pene del amigo, recuesta su espalda sobre el pecho de Enrique y con los brazos levantados se aferra al cuello de su peculiar amante, se divierte metiendo un dedo en la boca de Enrique con la finalidad de que sea chupado. El amigo entiende el mensaje y voltea a Jaime, con su enorme mano toma su cabeza y presiona hacia abajo, le obliga agacharse dirigiendo la cara hacia el grueso y ostentoso pene que apunta al techo, Enrique quiere ser receptor del primer felapio.

En fracciones de segundo reaparecen momentos vividos; antiguas costumbres copulatorias; cariñosos disfuerzos y delicadas maneras; sensaciones de placer abandonadas pero no olvidadas; secreciones de adredalina que remontan a la juventud y sabores corporales todavía reconocibles. Al cabo de un rato convienen en subir a la habitación para seguir gozando, hablando y recordando tiempos, materializando prácticas hasta hoy postergadas.

May 18, 2011

Norte nocturno, juegos y placer

Luego de un tedioso viaje en bus que incluye horario vespertino, nocturno y matinal llegamos alrededor del siguiente medio día a Tumbes, nos espera en el mismo terminal el flamante Sonata de plumífero color Guanay que alquilamos desde Lima. Salimos de inmediato hacia el hotel, mientras recorremos los trentitantos kilómetros hasta nuestro destino hurgamos dentro del auto para aprender el correcto uso de sus accesorios. Una carretera en buen estado que hacia el oeste nos ofrece el azulino mar norteño hace este paseo muy relajado, apenas llegamos al Hotel los chicos, cual espanto, salen del auto por el calor dentro del mismo además de una inusual curiosidad por conocer las instalaciones de nuestro providencial hospedaje.

Rotunda fue la primera impresión, absorta y concentrada frente al mostrador de recepción una bella joven sentada en un pequeño escritorio escribe en su laptop, el pelo recogido que termina en larga cola de caballo, un bronceado como terso cutis y las delicadas facciones de su rostro captan mi atención; al sentirse observada levanta la vista, el brillo de sus pupilas y dulce mirada ilumina el lobby provocando personales afanes de connotación sexual, pareciera percibir la atracción que me genera y titubea al hablar desnudando así su propia turbación; de manera cortés se presenta como Vania mientras da instrucciones al personal para nuestro alojamiento. A falta de visión por seguir tras el mueble intuyo un cuerpo pequeño como delgado, de frágil contextura aunque aeróbica naturaleza .

Luego de acomodar nuestras cosas en los cuartos previamente reservados bajamos al comedor, ahí nos recibe Renato, un hermoso muchacho de porte atlético, sumamente locuaz, con piel curtida por el sol y sonrisa eterna, es la pareja, esposo y copropietario del hotel que ellos conducen por más de tres años, que además juntos construyeron. Mientras mi esposa Carmen atiende con aparente abstracción la plática del joven e intenta mostrarle una palpable admiración que realmente debemos traducir en interés Vania pasa frente a nosotros rumbo a la piscina, erguida cual fragata junto a su harén menea el cuerpo con fingida templanza mostrando con sutil inmoralidad sus atributos. Carnosos y largos muslos que antes ni presentí adornan sus largas piernas y realzan el pétreo culo que tiene casi al aire por la diminuta falda short playera de diseño deportivo, el mismo top blanco y ceñido que llevaba puesto cuando llegamos ahora muestra sin pudor unos turgentes seños que invitan al morbo, la singular chiquilla que vi al ingresar es tremenda hembra, la ágil manera lucir sus cualidades es sugerente, luce esplendida e imponente

Por la noche la pareja organiza y promueve una reunión en el comedor con los huéspedes, habrá juegos de bingo, karaoke e mímica. El premio mayor es un fin de semana gratis en el hotel, otros obsequios menores como cocteles y platos de la carta atendidos en el mismo momento logra reunir alrededor de veinte y cinco personas entre parejas y familias. Dirigidos por Vania y Renato pasa la noche entre risas, aplausos y tragos, el licor comprado o entregado como regalo rompe el inicial hielo afiatando a los participantes como animando el evento. Después de media noche queda un pequeño grupo de adultos que de a pocos se deshace, al final solo Vania, Carmen, Renato y yo conversamos sentados en una esquina del salón.

Sin necesidad de hablar antes o programarlo mi mujer se ocupa de la gestión mas difícil, la de encontrar la formula que nos permita orientar la conversación hacia nuestras lúdicas intenciones; ella sin vulgaridad o groserías debe generar el comentario sutil, la conversación de tono subido o con doble sentido, de carácter insinuoso que aproxime la posibilidad de un intercambio sexual, Carmen lleva la tertulia hacia ingeniosos o agudos temas sobre nosotros, ellos, libertades y experiencias.

Logra inducir a Renato para tomar en su habitación la "del estribo" cuando finalmente todos nos paramos ella lo toma del brazo y distrae mientras animo a Vania disfrutar con la preciosa iridiscencia nocturna del mar, rociados y alegres por el exceso de licor caminamos hasta la orilla dando tumbos en el estrecho sendero y escalera hacia la playa. El desnivel de casi un metro que existe en la orilla a causa de las mareas me hace bajar primero y tender una mano para ayudarla a saltar, ella se lanza sin un calculo preciso quedando nuestros cuerpos casi pegados y las caras a escasos centímetros, estamos semi trenzados y estáticos; abrazados, frente a frente observandonos, recorriendo cada rostro en detalle, delineando la fisonomía e interpretando la expresión del otro, lo hacemos en contemplativo silencio hasta enlazar nuestras miradas.

La natural sensualidad de mi fortuita pareja, nuestra entremezclada respiración con alto contenido alcohólico y los previos comentarios de Carmen en la mesa explosionan en ese momento, fundimos entonces la mutua intención con un prolongado beso saciado de lengua, manoseo y tosquedad. Húmedos, excitados nos alejamos un poco buscando refugiarnos en la oscuridad de la playa, la luna oculta tras condensadas nubes es el único testigo de estas voluntades decididas a terminar al aire libre una fusión sexual, casual y gozosa.

Jan 27, 2011

De vuelta hacia lo básico

Es la rutina acostumbrada, parece un calco, siempre repetimos el mismo trámite en similar secuencia. Con inusitada precisión reiteramos cada vez nuestro jugueteo sexual, insistimos con idénticas poses, proferimos términos semejantes y lo hacemos en exacto orden como tiempo. La monotonía o robotización que genera  esta sucesiva reincidencia deja siempre un ligero amargor, particular, intimo y además perceptible a través de una alocución posterior fuera de tono o hasta grosera, por medio de un comentario tosco o una crítica fuera de lugar, ya sea de forma subliminal o explícita, cualquiera de los dos la pronuncia y deja constancia del disgusto. Como es inherente a nuestra cualidad humana después de unos días ante cualquier estimulo libidinoso reaccionamos con deliciosa impudicia y de forma automática borramos el sinsabor descrito.

Por mi reloj biológico en forma automática cada día de semana despierto a las seis y quince de la mañana; de igual forma, generalmente mas sábados que viernes, mis ojos se abren poco antes de las cuatro de la madrugada, lucido pero aún tumbado sobre la cama escudriño la noche, solo oscuridad y silencio acompañan el delicado cuerpo que descansa al lado. La carnosa redondez de sus caderas expuesta por la acucharada fetál posición; una sensual y provocativa semi desnudez; el sibilante sonido de su respiración; la  crespa, blonda cabellera y el estimulo visual (lease sexual) que provocan las repetidas "porno" del cable movilizan las extremidades, mis pies hurgan los suyos mientras las yemas de la mano acarician y frotan, palpan sus nalgas, sus genitales...el resto ya lo conocen.

Paciencia, buen humor, tolerancia y por cierto expectativa, sinceras perspectivas de encontrar pronto el impulso o incentivo, el elemento que rompa este marasmo, que a la brevedad encontremos el ser individual o pareja que provoque la excitación que añoramos, que sin decirlo ambos esperamos con lujuriosa parsimonia.