(Disculpandome por los horrores gramaticales propios de un aprendiz de escribidor)

Dec 15, 2011

Al filo de la medianoche

Jaime ejecuta un brindis imaginario y engulle de un solo tirón el vaso de ron dorado con limón que lleva en la mano, por las comisuras de sus labios desparrama parte del contenido. A esta altura de la noche lleva ingerida no menos de botella y media del caribeño Ron que tanto le gusta.

Esta totalmente ebrio, bloqueado, no tiene consciencia de sus actos y menos de los excesos que estuvo cometiendo, los amigos se fueron pero él insiste, sigue buscando compañia y licor. La borrachera en todo su esplendor invade su mente, le confunde y embrutece.

Por escasos segundos recupera algo de lucidez, le sirve para darse cuenta que está solo en medio de la sala de su departamento. Como robot se dirige hacia la habitación, ahí su joven mujer le mira con cara de pocos amigos y descarga su enojo por el reprobable comportamiento que tuvo durante la reunión. Jaime sin la menor disposición para entender lo que su bella esposa dice se acerca buscando sexo, ante el natural rechazo estalla y sin mediar palabra sale a la calle tirando la puerta en forma grosera. 

Casi como autómata se dirige por la Avenida Cuba hacia Jesus Maria, la conversación en su casa refrescó viejos tiempos y amigos que le gustaría recobrar, a pesar de su estado se las arregla para seguir en linea recta sin caer o perderse.

Después de caminar varios minutos llega al Parque Caceres, con atención observa el entorno buscando la casa de Enrique, el entrañable amigo de la adolescencia que no ve por muchos años, leal compañero de aventuras y experiencias con quien compartió sus pininos en el conocimiento de artes y artimañas sexuales como también secretas prácticas de caracter sodomita.

La semanal compra de revistas chilenas para adultos con el fin de arrecharse; las interminables conversaciones sobre ilusos e irrealizables sueños eróticos; los concursos de rapidez masturbatoria con la patota del balneario; los retos semanales para manosear sirvientas apetecibles en la calle; las visitas al centro para levantar pamperas o las reservadas experiencias de tipo homosexual que ejecutaron juntos aparecen de manera sucesiva como un "flash back" que termina por atizar recuerdos, su ánimo e incitar pensamientos obscenos.

El silencio de la noche es roto por la escandalosa forma de tocar la puerta, sin detenerse Jaime sigue haciendo ruido hasta ver prenderse una luz en el segundo piso, Enrique lo reconoce de inmediato y le pide no hacer bulla. En menos de un minuto están en el hall de recibo de la residencia conversando, Enrique en tono conciliador y sonriente intenta tranquilizar a este antiguo amigo de aventuras que ahora vuelve a ver en sorprendente estado. Jaime emocionado por el encuentro reitera a cada momento su saludo y lo hace con afectuosos abrazos, típicos de borracho intoxicado. La carga de alcohol que lleva en la sangre nubla su vista, le hace perder ubicuidad aunque también despierta, refresca, revive la atracción que existió entre ellos, el licor hace aflorar las experiencias vividas, el secreto que guardaron con tanto celo y que la distancia junto al tiempo fueron apagando.

Conforme seguian los apretones Enrique también fue liberando sus propios recuerdos y borrando oscuros remordimientos, va alimentando su apetito carnal hasta tomar con las palmas de sus manos el rostro de Jaime, una fija y prolongada mirada entre ellos rompe las trabas que se propusieron, formaron y sellaron hace varios años.

Los gruesos labios de Enrique recorren la boca, nariz, ojos, mejillas y orejas de su amigo, se detiene en cada organo y lenguetea con sutil precisión, recorre la boca hasta encontrar la debida recepción, prosigue por el organo olfatorio introduciendo la punta del musculo bucal hasta donde le permita el grosor de su lengua, al llegar al adminiculo auditivo moja y escarba el orificio provocando la inmediata crispación de Jaime.

Deja vu sorpresivo, la perversa e irrefrenable experiencia juvenil que juntos realizaban vuelve a explotar en ese momento, dejandose llevar por la emoción, por los recuerdos y el alcohol Jaime se entrega en cuerpo y alma. Empieza un sentido manoseo mientras ambos se desnudan mutuamente. Aún siguen parados en la entrada de la casa, por momentos se detienen mirandose y sonriendo como un retroceso de tiempo y lugar.

Sienten y muestran mayor pasión que antes, los años vividos además del periodo sin verse parecen facilitar este comportamiento pleno de frenesí, Jaime desata sus frustraciones y se somete asumiendo un rol pasivo, como nunca antes se mostró, es una actitud desconocida hasta para él. Se entrega con total disposición, está dispuesto a aceptar lo que su eventual "partner" le pida o exija, En medio del toqueteo se voltea y ofrece su estrecho culo refregandolo contra el erecto pene del amigo, recuesta su espalda sobre el pecho de Enrique y con los brazos levantados se aferra al cuello de su peculiar amante, se divierte metiendo un dedo en la boca de Enrique con la finalidad de que sea chupado. El amigo entiende el mensaje y voltea a Jaime, con su enorme mano toma su cabeza y presiona hacia abajo, le obliga agacharse dirigiendo la cara hacia el grueso y ostentoso pene que apunta al techo, Enrique quiere ser receptor del primer felapio.

En fracciones de segundo reaparecen momentos vividos; antiguas costumbres copulatorias; cariñosos disfuerzos y delicadas maneras; sensaciones de placer abandonadas pero no olvidadas; secreciones de adredalina que remontan a la juventud y sabores corporales todavía reconocibles. Al cabo de un rato convienen en subir a la habitación para seguir gozando, hablando y recordando tiempos, materializando prácticas hasta hoy postergadas.

2 comments:

horoscopo said...

que interesante la historia...saludos

Carlos Caillaux said...

Gracias por la visita y comentario, saludos tb.